El contenido de la presente narración
favorece la competencia docente en cuanto a organizar la formación continua a
lo largo de la trayectoria profesional para lo cual es necesario una reflexión
de la práctica cotidiana, actividad derivaba del módulo uno de la
especialización en competencias docentes para la educación media superior.
En
el año de 1999 terminé mi preparatoria en la Escuela Normal de Aguascalientes,
para ese entonces ya llevaba tres años como integrante de la Escolta de Bandera
representativa de la institución, actividad que fue de mi agrado desde un
inicio permitiéndome destacar en comparación a mis demás compañeras. Sabía que
el año mencionado sería trascendental para mí, puesto que tenía que tomar una
de las decisiones más importantes de mi vida y definiría mis expectativas de
proyecto de vida, así que me encontraba en un dilema “seguir en la misma
escuela al estudiar una licenciatura en educación asegurando mi continuidad en la Escolta de
Bandera ó ingresar a la universidad autónoma de Aguascalientes con alguna
licenciatura en psicología, enseñanza del idioma inglés, trabajo social,
asesoría psicopedagógica, lo cual implicaba renunciar a lo que en aquel momento me había forjado el
carácter y luchar por mis ideales”.
Como
no existe plazo que no se cumpla, llegó el momento de decidir y opte por
quedarme en la Normal de Aguascalientes ya que a final de cuentas las
licenciaturas por las cuales me inclinaba estaban ligadas a el ámbito
educativo, mas aun que provengo de familia de maestros.
Así
pues, mi profesión de origen es la Licenciatura en Educación Primaria, durante
los cuatro años de preparación pude disfrutar de la Banda Reglamentaria y
Escolta de Bandera desarrollando nuevas habilidades y destrezas que me ayudaron
a aprender a tocar el tambor y posteriormente la corneta, paralelo a esto, me
enamoré de la docencia mientras avanzaba el plan de estudios reafirmando que
soy profesora por convicción. Egresé de esta institución en el año 2003 con un
dejo de tristeza ya que siete años de mi vida fueron forjados ahí y sin pensar
lo que el destino tenía preparado para mí.
En
el año de 2004, fui convocada por la dirección del plantel para laborar en la
institución con la Escolta de Bandera, en el 2006 trabajé frente a grupo con la
asignatura de español enfocada a la comprensión lectora, en el 2008 y hasta la
fecha soy la titular de la banda y escolta, por la carga horaria fue imposible
continuar frente a los grupos con la asignatura de español, sin embargo estoy a
cargo de un grupo de señoritas de elite y enamoradas al igual que yo de la
disciplina.
A
pesar de mi poca experiencia en el nivel medio superior, he aprendido a empatar
la práctica y teoría estudiadas en mi profesión de origen, como menciona (Esteve, 2003)
“con el tiempo se van corrigiendo errores y apuntando lo positivo, gané la
libertad de estar en clase con seguridad, saber lo que se puede y lo que no se
pude hacer, de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas. Y con ello
llegó la alegría de sentirme útil, de una alta valoración de mi trabajo, por
haber escapado a la rutina convirtiendo en cada clase en una aventura y un
reto”, perfeccionando la pedagogía y exigiéndome a seguir estudiando para estar
actualizada al tomar cursos impartidos por la Federación Mexicana de Bandas de
Marcha, Escoltas y Guiones, A.C. con los cuales pude obtener la especialidad
como entrenador de Bandas de Marcha y Escoltas de Bandera en Arte Competitivo.
En
este tiempo he reafirmado la elección que hice de ser profesora, no existe ni
habrá trabajo más humano como éste, pienso y siento que el serlo me realiza
como persona al llenarme de energía y alegría que irradian mis alumnas cuando
estoy con ellas, de igual forma dejo en su persona un valor que considero la
base del saber ser de cualquier humano como lo es la lealtad.
De
esta forma, para mí, toma el sentido de ser docente en el nivel medio superior,
puesto que en esta etapa concluye el desarrollo de la personalidad y los
alumnos no sólo se quedan con conocimientos sino que les heredamos una pequeña
parte de nosotros por medio del currículum oculto que en un futuro saldrá a la
luz, considero que las acciones hablan más que las palabras y sobre todo “el
ejemplo arrastra” por esta razón procuro ser con ellas coherente entre mí
“hacer” y “actuar”.
Uno
de los motivos que me causa satisfacción, es observar en mis alumnas la
movilización de saberes en diferentes contextos, como lo es el trasladar los
saberes adquiridos en la banda y escolta a las situaciones problema que presentan
en sus grupos académicos, el modificar sus conductas con ellas mismas, en la
escuela y en la familia, pero sobre todo verlas realizadas plenamente como
personas y profesionalmente sin dudar en la toma de una decisión preponderante
que la lleve al éxito, pero más aun ser recordada con cariño como la maestra
que compartió una etapa de su vida. De esta manera coincido con (Esteve, 2003)
“Al rescatar en cada lección el valor humano del conocimiento, al ayudarles a
comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea”.
Lamentablemente
la banda y escolta no es reconocida y valorada en algunos planteles como
actividad formativa, sino por el contrario, la conceptualizan como correccional
donde el alumno será disciplinado y ordenado o en ocasiones se convierte en
guardería de aquellos que son considerados como caso perdido, este es un motivo
de insatisfacción y día con día voy contra corriente con aquellos docentes que
opinan que es una pérdida de tiempo puesto que no comprenden las implicaciones
académicas que conllevan con su práctica, como ejemplo, un alumno que logró ser
puntual al asistir a los entrenamientos, ceremonias o presentaciones; pulcro en
su persona y en arreglo de su uniforme;
ordenado con sus objetos personales; obediente al atender las indicaciones de
su comandante o entrenador, no tendrá problema alguno con las demás
asignaturas, puesto que repetirá el patrón de conducta adquirido, será
organizado y mantendrá una presentación personal agradable.
Sólo
los que hemos vivido el verdadero sentido de pertenecer y entrenar una banda y
escolta, conocemos las implicaciones, los retos y el impacto que tiene en la
sociedad al formar ciudadanos comprometidos con su país para seguir adelante.
Todos
los que compartimos esta bella profesión, nos mostramos preocupados porque nos
topamos con jóvenes faltos de compromiso, sueños o metas o por la deserción
escolar que hoy en nuestros días es producto, en algunas veces, de la necesidad
de sobrevivir o por la poca conciencia de los mismos padres de familia de la
importancia del estudio para salir adelante, sin embargo como agentes de cambio
en nuestra sociedad es nuestro deber enfrentar estos problemas manteniéndonos
abiertos a los cambios del mundo globalizado trabajando de manera colegiada y
ofreciendo un trato humano, amable y respetuoso entre docentes así como maestro
– alumno siendo una vertiente para comprender lo que les acontece día con día e
incluir en nuestras clases sus necesidades y a partir de ellas fijarnos retos
continuos teniendo presentes los aprendizajes esperados como competencias a
desarrollar en ellos.
Por
lo tanto es necesario innovar nuestras prácticas educativas integrando el uso
de las nuevas tecnologías, implementar y hacer consciencia del uso de las
autoevaluaciones, favorecer el trabajo en equipo así como la elaboración de
diversos instrumentos de evaluación que nos permitan observar los avances
obtenidos y ver de forma tangible si estamos preparando alumnos que posean las
competencias necesarias para enfrentarse a la vida.







